Pero de la figura del rey no se puede hablar porque es el símbolo de nuestro sistema democrático, nos dicen. Y tanto. El rey representa como nadie a una democracia más rota que su cadera: está incapacitado para ejercer sus funciones, sus cuantiosos negocios personales son opacos, su familia está implicada en uno de los mayores escándalos de corrupción de los últimos años, se fue a jugar a los cazadores mientras su pueblo agoniza y a pesar de todo, ni se plantea dejar el cargo, no tiene que dar explicaciones, no es enjuiciable y no se admite discusión en torno a su figura. El rey es un ejemplo pero de lo que no debe ser un representante del Estado. Es un ejemplo de lo que son ahora nuestros representantes.
Por eso no se puede discutir al rey porque eso sería discutir a toda la clase política que le ampara y se ampara tras su sacrosanta jefatura. Y no se puede discutir porque si nos dejan votar sobre la monarquía, después pediremos votar sobre la Constitución y luego sobre el resto del sistema. Y entonces esto sería una democracia y eso no puede ser porque en una democracia, los responsables tienen que responder. Y eso tampoco puede ser.
Aquí no tienen que responder sobre Bárcenas en el Congreso porque el gobierno veta todas las preguntas. Ni se puede discutir el conflicto con Cataluña porque no procede según el gobierno. Aquí no se puede hablar de nada de lo que habla todo el mundo ni discutir nada que preocupa a los ciudadanos. En el Parlamento no se puede hablar. Y en la calle el gobierno no escucha. Ni a los desahuciados, ni a los parados, ni a los profesores, ni a los padres y alumnos, ni a los médicos, ni a los jubilados, ni a los jueces. A nadie. La política en este país se ha convertido en la no política.
Y lo peor es que siento que nos estamos contagiando de la no política. Llevamos tanto tiempo asistiendo a este espectáculo y sufriendo el vacío que nos hacen, que nos hemos retirado a nuestras casas con la vana esperanza de que pase algo que nos vuelva a sacar a la calle. Seguimos haciendo ruido en las redes pero cada vez se parece más a su no política. Si queremos que algo cambie tendrá que ser en la calle como demuestran estos días los maestros en Baleares o los médicos que han conseguido victorias en Madrid, jugándose sus puestos y sus sueldos. No tengo respuestas pero hay que reorganizarse, reagruparse, volver a verse en las calles para romper el miedo. Eso es hacer política.
Como nos decía Isaac Rosa el otro día: no son tiempos de hashtag, son tiempos de barricada. Como nos advierte nuestro invitado de hoy, César Rendueles, el cambio político no lo haremos en la red sino discutiendo cara a cara como han hecho las mareas, la PAH y el 15M. Como diría Gil Scott Heron si hoy viviera: la revolución no será tuiteada.